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14 junio, 2016

El flujo de trabajo en el retoque digital

A la hora de retocar una fotografía es esencial tener en cuenta una serie de aspectos de antemano. En una primera toma de contacto tendremos en cuenta las características de la fotografía sobre la que hemos de trabajar y las indicaciones sobre cómo la tenemos que devolver.
Antes de nada, debemos comprobar si lo que nos están pidiendo es lógico y factible. Hay que tener en cuenta que muchas veces el cliente no tiene por qué saber que lo que pide no se puede hacer o que el resultado es probable que no sea el que tiene en mente. Esto ocurre habitualmente con las ampliaciones y la cantidad de píxeles que componen una imagen. Por ejemplo, la instrucción de hacer un póster gigante partiendo de una foto disparada con un móvil es muy común. No podemos esperar que si el cliente no está familiarizado con la parte técnica de la fotografía, sepa que lo que está pidiendo supone que la calidad de la imagen se degrade considerablemente.
Es misión de los retocadores informar al cliente de que lo que pide es del todo imposible sin un recurso ­–ocurre a menudo con las recreaciones- o que quizás es posible hacerlo con esmero pero va a conllevar días de trabajo, lo que engordará el presupuesto.  De esta forma, el cliente no se encontrará el día de la entrega con la sorpresa de que el trabajo no se ha podido hacer ni con un resultado que no es el que esperaba.
Los retocadores están especialmente pendientes del tamaño y la resolución (cantidad de píxeles) con los que cuenta la fotografía original y la que deben entregar. Por eso es tan importante conocer el destino final de la imagen: para imprenta la resolución suele ser de 200 a 300 ppp y para web de 72 a 100 ppp; además del perfil de color (imprenta CMYK, web sRGB) y de los formatos de recepción y entrega (TIFF acoplado para impresión, JPG para visualización) y compartición de archivos (PNG especialmente para maquetación, ya que permite que el fondo sea transparente).
A nivel organizativo, hay que tener en cuenta el volumen de imágenes a retocar, el plazo para llevar a cabo el proyecto, la forma de recepción y entrega de las fotografías y la forma y plazo de pago. Es habitual cobrar la mitad del proyecto en el momento en el que se acuerda el encargo y la segunda mitad una vez que se ha entregado y el cliente ha quedado satisfecho. Se puede hacer un pago previo o cobrar el importe íntegro con la entrega del material trabajado.
Y se puede estipular un acuerdo sobre si las correcciones van incluidas en el precio o se cobran aparte.
Una vez planificado el proceso en cuanto a la operativa, es fundamental analizar las instrucciones recibidas para el retoque.
Cada fotógrafo, cada fotografía y cada retocador son un mundo. Por ello, es importante sentar unas bases y organizar los procesos de forma que los retocadores se acostumbren mecánicamente a realizarlos siempre de la misma manera, lo que reducirá el riesgo de que se escape algo.
retoque-de-joyería
 
Es importante, como ya hemos tratado en otro post, el trabajo que tanto el fotógrafo como el equipo hayan realizado en el estudio, ya que está íntimamente relacionado con el trabajo que vaya a hacer el retocador. Una clara muestra de ello es la fidelidad del color de la toma. Para evitar diferencias se suele utilizar una carta de color, de forma que desde el mismo momento de la sesión fotográfica se está ayudando a entender qué es un blanco y negro puro en esa imagen.
Todos percibimos la información de luz y color mediante mecanismos oculares que mandan estímulos al cerebro para darnos esa información. En el caso del retoque digital esa información se traduce en una serie de números que nos permiten asegurar que estamos hablando del mismo color, como en el caso de los pantones.
El perfil de color está muy relacionado con la forma en la que está calibrado el monitor donde se visualiza la fotografía. Lo idóneo es que el perfil de color sea el mismo durante todo el proceso. Si es distinto, hay que cambiarlo a priori para trabajar sobre información de color fidedigna y poder entregar una imagen acorde a lo que el cliente ha pedido.
Una vez determinado qué es blanco y negro puro, es posible entender que el espectro de colores resultante sea lo más parecido posible al aspecto real de la persona, paisaje o producto.
Antes de empezar a trabajar con una imagen hay que analizarla. El tiempo estimado para esta tarea es muy personal y depende directamente de la práctica y el criterio del retocador. Es importante tomar una serie de decisiones sobre estos aspectos:
Si el retoque es complejo y va a llevar mucho tiempo, es útil dividir la imagen en cuadrantes con guías para organizar mejor la forma de trabajo.

  • · Hay que organizar el espacio de trabajo (en el programa de edición) en base a lo que se va a necesitar.
  • · Establecer qué necesidades de retoque hay.
  • · Determinar en qué orden se van a realizar los retoques, teniendo en cuenta qué tarea depende de otra.
  • · Pensar qué herramientas se van a utilizar para llevarlo a cabo.
  • · Calcular cuánto tiempo aproximado se va a tardar en hacerlo.

 
Es importante no perder la perspectiva mientras se está trabajando, por ello cobra especial importancia mirar la imagen con distancia y tomar descansos. También es importante no retocar por encima del 100% de zoom en una imagen.
En cuanto al orden de trabajo, se recomienda seguir siempre el mismo orden, una vez revelado el archivo:

  • · Establecer los valores de entrada y salida de blanco y negro.
  • · Se trabaja sobre la calidad de los grises medios dentro del propio gris, blanco y negro, generando y moviendo puntos en la cuadrícula.
  • · Se puede trabajar el color de distintas formas, desde una corrección selectiva, tono y saturación, balance de color… según las necesidades concretas de la fotografía. Si es posible, se recomienda operar en el color sobre las curvas donde hay una curva de color de rojo (R), verde (G) y azul (B). Se trabaja sobre sus complementarios, es decir, si se quiere que la imagen tenga menos verde, habrá que añadir rojo.
  • · Retoques varios sobre formas. Ya sea utilizando la herramienta de clonar, el parche, mediante luces y sombras, licuados, filtros o texturas, se debe operar sobre la información de la imagen para mejorar aquello que el cliente haya pedido. Es importante para organizarse nombrar capas y agrupar carpetas. También se pueden utilizar las propias etiquetas de color que Photoshop permite añadir a las capas.
  • · Brillo y contraste. Se suele dar un toque final para añadir lustre a la imagen.
  • · Máscara de enfoque. Por último, sobre una imagen acoplada se puede añadir una máscara de enfoque que aporte nitidez. Para no forzar mucho los píxeles se puede realizar sólo sobre la información de luminosidad en el canal L en Color Lab. Una vez aplicado y activados de nuevo los canales a (amarillo-azul) y b (rojo-verde) de información de color se puede volver a pasar a RGB. Para los thumbnails se suele aplicar una máscara de enfoque más agresiva, ya que se va a ver en pequeño y para el ojo es más entrópico y lo percibe mejor.

 
Además, es necesario tener en cuenta otras cosas a la hora de licuar, trazar y transformar. Hay que  licuar primero para después pasar a trazar, de forma que se entregue un trazado que se ajuste al contorno definitivo y, si es necesario transformar el producto una vez trazado, se puede repetir esa transformación sobre el trazado inmediatamente después. De esa forma, ambos quedarán exactamente con la misma forma.
Hay que tener especial cuidado con el espacio físico de trabajo. Es importante desde el color de las paredes -preferiblemente blanco-, la iluminación del mismo -preferentemente luz natural indirecta, con la que los ojos sufren menos-, la correcta temperatura, una posición correcta en la silla, una silla acorde al tipo de trabajo y hacer descansos -de la vista y la postura corporal- cada aproximadamente 15 minutos. Además, contar con una regleta con generador propio permitirá que no perdamos el trabajo realizado si se produce un corte del suministro de luz y no hemos guardado el archivo -algo que todo retocador debería hacer de forma recurrente.