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10 febrero, 2017

La mala prensa del retoque fotográfico

«Se supone que la naturaleza sin adulterar es la máxima perfección, mientras todas las creaciones humanas se consideran una vergüenza, abarrotan el conjunto, ¿verdad? Pero no disfrutaríamos tanto del mundo si los seres humanos no hubiésemos puesto luces eléctricas sobre él.»

El libro de las cosas nunca vistas, Michel Faber

En el principio de la fotografía, como en todo, fue la luz, y a menudo olvidamos que la luz es la primera hechicera engañosa sobre la realidad. Cuando el equipo técnico dispone los focos dentro del estudio para obtener los mejores reflejos, brillos y sombras, está creando una atmósfera ficticia alrededor de algo, un objeto, una persona o un animal. Por supuesto, no hay que citar filosofía para asegurarnos que todo es igual de real dentro y fuera del estudio. Y, sin embargo, no dejan de crecer la mala prensa del retoque fotográfico por las opiniones que demonizan a la fotografía y, especialmente, al retoque como herramientas cuestionables que mezclan arte y objetividad, realidad y fantasía, sin ninguna responsabilidad moral.

© Brooke Shaden

Pero tanto la fotografía como el retoque poseen una ética y un sentido marcado acerca de cuáles son los propósitos de cada toma. El problema comienza cuando los fines comerciales y artísticos se entremezclan y difuminan en algunas prácticas, de manera que el impacto sobre el público sea confuso y, ante sensibilidades cada vez más expuestas, dañino. El centro de este debate suele estar protagonizado por las fotografías de moda que aparecen en reportajes de revistas y campañas publicitarias. Durante la sesión, la libertad creativa y la necesidad de buscar renovadas imágenes y estéticas que atraigan e impacten emborrona todos los elementos reunidos. La modelo, las prendas, los accesorios, los muebles, el escenario, el viento, se transforman en materiales para crear una instantánea bella e increíble que, en la fase de retoque, verá aún más resaltados sus rasgos: colores saturados, sombras y brillos nuevos, imperfecciones que se desvanecen.

¿Ser perfecto o natural?

La palabra mágica en este caso es la perfección. En una época dividida entre el ansia por la perfección (vital y estética) y la condena de ese imposible, una herramienta empleada para perfeccionar es rápidamente atacada. Pero un mal fin no justifica el rechazo total a los medios. En gran medida, la mala prensa del retoque fotográfico se ha asentado desde el abuso de algunas celebridades que presentan un estilo de vida imposible, el césped perfectamente verde y recortado ante todos los demás vecinos del mundo. El retoque indebido existe en estos casos, cuando la realidad es alterada para parecer lo que no es. Un cuerpo humano modificado, objetos o fondos añadidos a una escena diferente. Todo lo que no es propio del cuerpo humano o de la escena, lo que se suma o se resta como trampa.

Aquí aparece la segunda palabra mágica del dilema, que es la naturalidad. Que un rostro humano tenga imperfecciones es natural. Que la luz incida de cierta manera sobre ese rostro humano y lo haga parecer más fino también es natural, es un efecto lumínico. Que en la fase de retoque la fotografía se altere hasta el punto de que cambie el puente de la nariz, la forma de la mandíbula o el color de los ojos no es natural. Llegados a este punto, las opiniones se dividen entre el efecto que tienen la luz y el retocador sobre las imágenes: ¿están creando, están siendo creativos, o están sobrepasando la representación?

La reacción generalizada es de rechazo hacia todo lo que suponga una desviación exagerada de la realidad. Cuando el propósito no es crear una ficción, se espera que la imagen no altere lo existente. Mientras algunos personajes públicos prefieren abusar de esas alteraciones para parecer más perfectos, delgados, jóvenes o musculosos de lo que son, otros famosos (y organizaciones, como la Britain’s Advertising Standards Authority) se han convertido en altavoces de denuncia. Modelos, cantantes y actrices molestas al no reconocerse en fotografías de portadas, anuncios y reportajes. Ellas, acostumbradas a crear ficciones y a largas sesiones de preparación estética, saben que incluso en su caso existe un límite.

Ejemplos sonados como el de Inma Cuesta en El Periódico, Jennifer Lawrence en la portada de Fiore o Lena Dunham en Vogue dan cuenta del enfado de las famosas al ver que sus caderas, bustos, mandíbulas y cinturas cambian en la sala de retoque para darles otras formas y complexiones, en teoría más ajustadas a lo que es bello y atractivo. La expresividad y la personalidad de la retratada se anulan en favor de una supuesta perfección de muñeca irreal, donde tienen campo libre convenciones sexistas y racistas, como aclarar la piel negra (Kerry Washington en la portada de InStyle). Además, continúa siendo más común aplicar excesos de retoque en mujeres que en hombres. En parte por creencias extendidas como que en ellas las arrugas afean pero en un hombre son señal de madurez, aunque a ellos también se les alisa la piel, se uniformiza el vello facial, se arregla la línea recesiva del cabello o se reajustan sus cuerpos para encajar en composiciones imposibles, como sucedió con el cantante Adam Levine para la edición rusa de Vogue.

La prensa en contra del retoque

A veces el retoque es exagerado, imposible de negar. Pero en otros casos, estos escándalos se  convierten en un enfrentamiento entre el testimonio de la modelo y el del fotógrafo o agencia, sin que se llegue a saber la verdad. Esconder los trucos y hacerlos pasar por efectos de iluminación no hace ningún bien al prest igio del retocador, y conlleva que algunas celebridades lleguen a firmar contratos con limitaciones de retoque, como Kate Winslet y L’Oreal. La responsabilidad es doble: las retratadas desean sentir el control sobre sus cuerpos e identidad, y no influir negativamente en fantasías socioculturales y trastornos y complejos derivados en el espectador.

Las estrellas reivindican el look natural como una forma de derribar el imperio de las apariencias y de la perfección idealizada, aunque al mismo tiempo formen parte de esa industria. La batalla acaba afectando a toda la práctica profesional, incluso a la que es ajena a ese ámbito. El retoque sigue siendo necesario, así como siguen siendo necesarias la luz y la electricidad, aunque en manos equivocadas tengan aplicaciones nefastas. Precisamente, el retoque puede ayudar a lograr esa impresión de naturalidad y de agrado para la vista. Frente al mito de que lo que está sin tratar es más puro, el retoque es funcional y vital como parte del trabajo artístico y de las herramientas que necesitan ramas foto
gráficas como el e-commerce para conseguir buenos resultados.

Nadie es perfecto, y el retoque no pretende inventar la perfección, sino ayudar al espectador a apreciar mejor las cosas. Hay que diferenciar entre los engaños del ojo humano y del ojo de la cámara. Y no todo el mundo es capaz de distinguir cuándo se produce un engaño visual.

La inmediatez de las redes sociales podría ser el gran movimiento anti-retoque, como las instantáneas sin adulterar de Twitter, tomadas por individuos anónimos sobre sucesos en tiempo real. No obstante, a menudo se revela que otros usuarios alteran hasta sus selfies y fotos espontáneas, porque el retoque se convierte en un juego al alcance de todos: los famosos filtros de Snapchat. Esto se traduce en que otras opiniones defienden que el retoque nunca es deshonesto, sino que depende de si el espectador está advertido o no. ¿Deberían entonces reconocerlo en alguna sección todos los e-commerce? ¿O es algo que se da por sentado, así como ya todo el mundo da por entendido que la imagen de una actriz en un cartel está retocada?                                                                            © Mat Baker

Ciertas fotografías históricas han conseguido convertirse en iconos de la memoria colectiva y en hitos artísticos; en todas ellas se aplicó algún tipo de reajuste, físico o en el laboratorio. Gracias al retoque, el fotoperiodismo gana en textura, color, luminosidad y profundidad, haciendo la fotografía más cercana al modo en que el ojo ve y construye una escena de manera tridimensional. Al mismo tiempo, el retoque puede determinar la impresión generada en el espectador: un desierto puede parecer más desolado que soleado, una aldea más triste y una revuelta más violenta.

Los recuerdos, privados e históricos, nunca son totalmente fieles a la realidad, sino el resultado de un juego de luces, tal y como funciona en directo nuestra visión óptica. Sin embargo, mientras el retoque analógico (la influencia del tipo de película, objetivo y cámara) no se considera un problema, el retoque digital

enseguida se arroja a una zona dudosa, en parte por la ausencia de un código deontológico uniforme (ejemplos de los límites éticos establecidos por varias organizaciones: http://www.americanphotomag.com/processing-news-retouching-photojournalism#page-7). La famosa agencia Reuters, por ejemplo, prohíbe a sus fotógrafos emplear airbrush, auto levels, blurring, eraser tool, quick mask, in-camera sharpening o in-camera saturation styles.

La prensa a favor del retoque

En este sentido, no falta quien opina que el retoque es un arma artística sin límites. Sin embargo, esta corriente considera que el retoque busca provocar y embellecer, y que la belleza posee una función estética, cuando el retoque también persigue una belleza práctica: la que elimina lo que molesta, lo que nunca fue invitado y desvirtúa lo mostrado. Una novela nunca es el manuscrito original del escritor, sino que debe pasar por manos expertas en estilo, narración y maquetación que limpien sus erratas, sus manías y descuidos. En una sesión de fotografía hay cabellos sueltos, polvo, manchas, ojeras de cansancio, salpicaduras y cables, entre decenas de imprevistos.

El escepticismo se pregunta: ¿es legítimo planchar una prenda que el cliente va a recibir arrugada, o borrar los contenedores de basura de una playa preciosa para una agencia de viajes? El ateo de los límites se dice: ¿por qué no convertir los productos y los paisajes en una fantasía, ya que eso es lo que desea consumir el individuo y hoy en día todo el mundo conoce los trucos? Entre los dos extremos, la regla fundamental es distinguir lo que significa retocar y lo que comporta falsear.                                              © Frieke Janssens

La resolución al dilema no es muy diferente a otros ámbitos: el problema no es la herramienta, sino el uso, y que la deshonestidad de unos arroje desprestigio sobre todos.